Entreactos
ISBN: Pliegos-65
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Tiempo pasado. Tiempo que has vivido. Lo dices, «tiempo pasado», y eso significa que sigues vivo. Y te dices: «Tu casa tiene las ventanas abiertas». Pero no, esa es una metáfora barata. Una casa, para ser firme y estable, debe ser tratada como un ser vivo, con sus tiempos de «ventanas abiertas» y sus tiempos de «ventanas cerradas», y sus tiempos de luz y oscuridad, tiempos que son por naturaleza variables, pues una casa no es un mecanismo de relojería, frío y siempre igual a sí mismo (hasta que surgen, estallan, los tiempos de sus roturas y de su destrucción). La metáfora «casa», por tanto, se asemeja más a un árbol, se asemeja más a un pájaro. Eso es, un árbol, un pájaro. Siempre sujetos a cambios.
Nos rodean abstracciones. Tratamos de llegar a lo concreto y el esfuerzo merece la pena, siempre llegamos a lo concreto. Nuestras vidas no son abstracciones, no son «valores», podemos decidir siempre hacia dónde tirar, en cualquier encrucijada, incluso con los ojos cerrados. No porque sea sencillo sino precisamente porque no lo es. Puedes tener el cuerpo húmedo y pegajoso, sucio y maloliente o cubierto de un barro indescriptible, y sin embargo haber sido capaz de sobreponerte a lo que ni siquiera puedes ni deseas llamar una desgracia, sino algo que simplemente ha sucedido. No algo que «tenía que suceder», sino algo que simplemente ha sucedido y con lo cual tienes que seguir viviendo.