Del teatro poético al teatro esperpéntico

El teatro español del primer tercio de siglo XX transitó, al lado de las formas tradicionales, conservadoras y de buena aceptación del espectador del momento, por dos caminos que marcaron una evolución de aquella literatura dramática y espectacular: por un lado el llamado "teatro poético", versificado o no, que trasladaba a la escena universos basados en el deleite de la naturaleza, en el canto del amor o de la amistad, en los simbolismos o en las sugerencias antes que en las acciones de interior , más o menos truculentas o folletinescas, que desde la alta comedia neorromántica se prolongaban en la escena española, sin excluir un cierto gusto por la Historia y por la recreación de ciertos antiguos motivos escénicos. Por otro y con la exclusiva firma de Valle Inclán, una derivación expresionista de nuestro teatro, para la que don Ramón se inventó el universalizado término de "esperpéntico".
En este libro se ofrecen algunas muestras del primer camino, a través de los "idilios dramáticos" de Rueda, los comienzos del teatro benaventino, las particulares versiones que hizo Villaespesa de dos asuntos con clásicos antecedentes (Aben Humeya y El burlador) o la impronta que el teatro de Maeterlinck, y en especial de su obra "La intrusa", tuvo en el teatro de algunos autores españoles. También se hacen sendos análisis de dos piezas emblemáticas de aquel teatro "poético" que llegaron a la escena casi a la vez, "En Flandes se ha puesto el sol" y "Canción de cuna". La aproximación al teatro esperpéntico" se propone como un acercamiento a los recursos compositivos de "Luces de Bohemia" y una guía de lectura de "Divinas palabras". Y se quiere sugerir, en los dos últimos capítulos, que ambas modalidades de este teatro se proongaron en el perídodo franquista, eligiendo para ello, en primer lugar, las aportaciones escénicas del poeta y novelista Agustín de Foxá (además de una curiosa pieza histórico-falangista de Rosales y Vivanco sobre Isabel la Católica) y también dos ejemplos de teatro escrito  a la sombra estética de don Ramón, y con evidentes recuerdos de sus temas y de sus formas. Un teatro que en su momento firmaron respectivamente José María Rodríguez Menéndez y Domingo Miras.