La plaza/ Kultur
ISBN: 84-95291-88-6
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Libro-fanzine que reúne dos historias, LA PLAZA y KULTUR. Protagonizadas, en segunda persona del singular, por un hombre y una mujer respectivamente, narra con humor (más bien inquietante) la pulsión entre los adentros y los afueras, lo que observamos y lo que pensamos, lo que sentimos y aparentamos sentir. Y de alguna forma, en el intersticio de ambas historias, de ambas pulsiones, se van revelando, por ejemplo, los lugares comunes de lo que acontece accidentalmente en la rutina de nuestras cabezas cuando pensamos que pensamos, cuando creemos que sentimos.
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Estás frente a un escenario casi a oscuras. Estás viendo La plaza de El Conde de Torrefiel. Una pieza que sucede a lo largo de 365 días en 365 teatros del mundo simultáneamente. La puesta en escena consiste en un espacio sutilmente iluminado y, como único elemento escenográfico, un paisaje de flores y velas a modo de altar conmemorativo...
Así comienza LA PLAZA. Un relato en segunda persona del singular cuyo protagonista es un espectador que asiste a una representación. Un espectador que bien podría ser, por ejemplo, el lector (¿tú?) entrando en este libro. En un principio, lo único que esta persona ve es un espacio negro, vacío. Algo así como el cuadro Blanco sobre blanco de Malevich, pero traducido escénicamente. En apariencia, nada sucede. A partir de aquí esta persona que ha ido al teatro "a ver" un espetáculo volverá la vista hacia sí mismo. Es así que comienza un extraño ejercicio de introspección, esa necesidad de llenar la ausencia con pensamientos (se supone que) propios, prejuicios y miedos y deseos…
Luego acompañaremos al personaje de camino a su casa. Un trayecto a través de un espacio público que, desde luego, nos resultará familiar porque se repite diariamente en todas las ciudades de Occidente, sobre todo en las más turísticas.
Este texto quiere revelarse como un ágora (una plaza) desde donde observar las tensiones que rigen los espacios que compartimos, y que se se definen según la capacidad de pensarse a sí mismos y proyectarse en el futuro.
Veremos, por tanto, al personaje entrar en su casa, paisaje personal, íntimo y privado que paradójicamente, ya lo sabemos, apenas difiere de otros espacios personales, privados e íntimos en que nos movemos la mayor parte, y en donde incluso cada uno de nuestros gestos más ocultos y secretos, en realidad, son compartidos y realizados simultáneamente íntimamente y en privado por miles de personas en sus propias habitaciones.
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Has llegado a casa en autobús. Abres la puerta: allí está tu cama, allí tu salón y allí tu cocina. Piensas: Qué placer estar sola. Enciendes las luces, te desabrochas la chaqueta, dejas el bolso en el sofá y te quitas los zapatos. Has puesto el móvil a cargar. Enciendes el ordenador. Entras en Spotify. Eliges una playlist de música que Spotify te recomienda llamada "tus preferencias del mes". Los algoritmos de Spotify no te acaban de entender; escuchas todo el tipo de música, por eso Spotify te propone unas recomendaciones muy extrañas: cantos gregorianos, trap y música bossa nova.
KULTUR, nace como un spin-off libre de LA PLAZA, del cual se secciona una situación literaria para así iniciar una nueva propuesta: esta vez la segunda persona del singular, con la que se narra, interpela a una escritora, ¿joven, culta, despreocupada? (se responda cada cual), a la que "vemos" llegar a su casa. Entramos en sus erráticos pensamientos a través de este tú que fuerza al lector a simpatizar con ella, incluso a mimetizarse, o bien, tal vez, a disentir y, en cualquier caso, a cuestionarse los límites que existe entre quien lee y quien protagoniza la acción.
Su voz entra en un ritual acompañada de pensamientos para vaciar su mente, contemplar su estado antes de comenzar a escribir. Quien aquí narra -la narra y, al cabo, nos narra- busca los anclajes para empezar a dar palabras a una ficción que, como un espejo, se cuenta a sí misma hasta converger con la imagen y plasmarse en una historia.
Así, leer KULTUR supone espiar un soliloquio interno de un persona ante el estímulo dado por su propio reflejo.