El título nos remite a Shakespeare, a una de sus tragedias más célebres, lo cual nos predispone a un cierto desconcierto: una trageida representada por títeres, y para más inri de guante. Increíble, casi irreverente.
Pero no hay por qué preocuparse: el titiritero, justo al comienzo, se excusa porque la tragedia que estaba anunciada no va a poder ser representada. Todo vuelve a su cauce.
Gigi Brunello y Gyula fabrican un puente, plantean un juego y nos llevan mediante este juego a recorrer unos territorios que colindan y a veces se confunden.
Juan Manuel Benito