El Duque y el Rey

Aire de fábula, o mejor, de parábola, porque ni objetos ni animales, sino personajes de carne y hueso, protagonizan El Duque y el Rey, una pieza extraña en la que se agolpan sin que el lector lo perciba a cada paso, múltiples resonancias: desde la condición estática del drama maeterlinckiano, hasta el incisivo escalpelo de Valle-Inclán, pasando por un poso ético y didáctico que nos remite al setecientos francés y, por no llevar la lupa filológica tan atrás, a algunas piezas de Ernesto Caballero o Jesús Carazo. El Duque y el Rey constituye una reflexión a cuatro voces -el rey Galeno, Olson (secretario del rey y persona de su íntima confianza), la princesa Albina y su esposo, el duque Sukain- en torno al ejercicio del poder, al apartamiento progresivo a que condena su ostentación respecto del pueblo y, sobre todo,al deber ético que implica dicha posición de privilegio.