Clase póstuma

La partida de un artista de la estatura y singularidad de Juan Carlos Gené no tenía por qué provocar una respuesta convencional, limitada al llanto y la pena, en quienes lo amaron y lo admiraron. Clase póstuma es la forma en que respondió a ese vacío Alejandro Pablo Robino, un creador con el talento, la ironía, la autoridad y la osadía suficientes como para impugnar la muerte del maestro casi hasta la desmentida.

Porque quienes estuvieron cerca del autor de Ulf o El herrero y el diablo, quienes tuvieron ocasión de presenciar sus clases o de verlo dirigir pueden volver a escucharlo, verlo y hasta percibir su respiración o su carraspeo en cada una de las escenas de este texto. Pueden volver a conmoverse con el sabio rigor de sus enseñanzas o pueden volver a sentir aquel genuino e iluminador bochorno ante la aparente arbitrariedad o la exigente impaciencia con que el mentor reclamaba lo mejor de cada alumno. Pueden incluso reconocer, en los nombres de los personajes de ficción, en sus réplicas y en sus comportamientos, la identidad y los perfiles psicológicos de quienes participaron de aquellos talleres de actuación o dirección.

Y esta prodigiosa trasmutación de la palabra de Robino en la presencia real de Gené es mucho más que una “parodia amorosa”, como subtitula con modestia el dramaturgo poeta que lo revive en esta obra. Es la confirmación de lo que, en palabras del maestro, es el teatro: “Un rito de vida, cuerpos vivos que representan en la ficción hechos vivos (…) una fiesta del exceso vital”.  Es la prueba, en fin, de la lección aprendida. Y la garantía de que, en la continuidad entre un maestro y su legado, la vida gana la batalla. O el teatro, en su exceso vital.

Editorial Paso de Gato.

Personajes Obra 1